Los aranceles siempre han generado problemas económicos

Los aranceles por parte de Trump hacia Canadá y México, pero también los que le aplicará a Europa (acero, aluminio, cobre, chips, medicinas, etcétera,) en las siguientes semanas, significan el arranque de una nueva guerra comercial a gran escala que no habíamos visto desde 1930, es decir, hace casi 100 años, la cual profundizó la Gran Depresión Económica de 1929 que duró alrededor de una década.

En ese tiempo, el presidente número 31 de Estados Unidos, Herbert Hoover impuso por dos años la llamada Ley de Tarifas (aranceles) a aproximadamente 30 mil productos que ingresaban a EU procedentes de muchas partes del mundo con supuesta la idea de proteger a la industria de su país, pero ello generó un colapso económico que empeoró la crisis surgida apenas unos meses atrás en 1929. Aunque mucha gente cree que la Gran Depresión se debió a una caída en la bolsa de valores, la realidad es que ese brutal colapso económico empeoró gracias a los políticos estadounidenses que impusieron mayor pago de impuestos a las exportaciones.

Incluso hay banqueros e instituciones financieras (como J.P. Morgan) que afirman que esa “Ley de Tarifas” de EU impulsó el nacionalismo en todo el mundo, contribuyó a la polarización de países, luego en el proceso este nacionalismo se juntó con más problemas locales y ello fue la semilla que dio origen al inicio de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que mató a millones de inocentes en los cinco continentes.

Este breve recuento histórico nos debe recordar que la vez que EU cobró más impuestos a las exportaciones, Canadá y Europa tomaron medidas recíprocas y también aumentaron aranceles para productos estadounidenses, entonces bastaron sólo dos años de guerra comercial para que las importaciones y exportaciones de EU de ese tiempo cayeran alrededor de 40%: los bancos colapsaron por las bajas transacciones, el intercambio comercial global disminuyó y la economía mundial se vino abajo.

¿Qué debemos aprender sobre los aranceles?

Los aranceles también funcionan como impuestos disfrazados de nacionalismos que se usan para que los gobiernos obtengan más dinero, dinero que viene de la economía de los ciudadanos, pues no olvidemos que cualquier aumento en los impuestos perjudica el poder adquisitivo de los consumidores y la competitividad de las empresas, mientras que las dos juntas frenan la actividad productiva de las sociedades.

En resumen: la intervención de los gobiernos en las actividades comerciales de las personas y las empresas interrumpe el flujo productivo, y menos productividad significa menos dinero en los bolsillos de los trabajadores y en general de cualquier ciudadano.